“La gota que derramó el vaso”, es una de las frases más usadas para explicar una situación límite, de agotamiento, cuando algo inevitable hizo que una persona o cierta situación, explotara. En esa frase, queda implícita la existencia de una sumatoria de cosas latentes.
Para poder interpretar determinada situación límite, es necesario ir al fondo de la cuestión, conocer y entender esa seire de cosas (que, claro, también estaban en el fondo del vaso).
Si bien la crisis financiera norteamericana explotó este año y con mucha más fuerza durante el último mes, las condiciones que la provocaron se venían gestando desde hace tiempo. psicofxp.com se contactó con un especialista en el tema, Jorge Morgenstern, Economista Jefe de MVAS Macroeconomía, quien explicó qué circunstancias y qué escenarios produjeron esta delicada coyuntura.
En principio, a partir del año 2001, la Reserva Federal de Estados Unidos comenzó a bajar las tasas de interés que afectaban a todas las de la economía para permitir la recuperación de la economía norteamericana.
Por otro lado, a eso se le sumó la difusión de nuevas líneas de crédito, en especial de hipotecas que permitían, entre otras cosas, financiar todo a tasas inicialmente bajas.
Este tipo de productos permitió la adjudicación de hipotecas a muchas personas que antes, por su baja calificación crediticia (bajos ingresos u otros activos para demostrar solvencia), no podían acceder a ser dueños de viviendas. Este auge de las hipotecas se denominó “subprime”. Además, buena parte del subprime fue exitoso porque ante la ampliación de este mercado, se mantenía fuerte la demanda de casas que no paraban de subir sus precios.
Vale aclarar que en varios países, y más que nada en Estados Unidos, es viable obtener nuevos préstamos por la diferencia entre el valor de la casa de la que uno es dueño y lo que falte pagar de la hipoteca sobre la misma. Si se percibe que el precio de la casa seguirá subiendo, la ulterior hipoteca sacada se “pagaría sola” refinanciando la deuda, ya que cada vez sería una proporción menor del valor de la casa.
También es posible usar esa diferencia creada por el aumento de precio para sacar préstamos y darle otros usos. Este mecanismo y la posibilidad de tener un “cajero automático” creado por el incremento del valor de la casa comprada con una hipoteca se resquebraja si el valor de éstas deja de subir y comienzan a caer.
Y eso fue lo que comenzó a pasar a comienzos de 2006, mientras que en simultáneo, la Reserva Federal volvió a subir las tasas de interés para evitar un aumento de la inflación y parar, de alguna forma este mecanismo y lo que ya se empezaba a notar en la economía norteamericana: una burbuja.
Una “burbuja financiera” es cuando, sin que haya razones fundamentales detrás, mucha gente compra algo por la percepción de que va a seguir subiendo de precio y al cambiar esa impresión genera que su explosión.
Otro factor fundamental, fue la innovación en la forma de vender y otorgar esos préstamos y, a su vez, lo que los bancos hicieron con esas deudas. Para comprender este fenómeno, hay que tener en cuenta que dar un préstamo implica asumir el riesgo de que el deudor no pague a cambio de obtener el rendimiento que viene de la tasa de interés que se le cobra.
Sigamos. Por un lado, en los últimos años se separó la función del que vendía el préstamo y del que quedaba como acreedor. Las empresas dedicadas a la venta no tenían, probablemente, los incentivos para verificar la capacidad del deudor de devolver el préstamo, sino que les convenía prestar cuanto se pudiera sin importar a quien. Es decir que el riesgo le quedaba al banco que prestaba el dinero.
Pero, después, los bancos comenzaron a derivar ese peligro: con un conjunto de deudas por cobrar de las hipotecas, armaban un paquete y se lo vendían a otro agente, más propenso a asumir riesgos, y recibían la recompensa del rendimiento. Los bancos hipotecarios obtenían fondos para seguir prestando y los bancos de inversión buscaban quedarse con esos paquetes para alcanzar mayores beneficios.
A su vez, los bancos de inversión no recibían los depósitos de caja de ahorro o plazos fijos, sino que usaban el dinero que la gente ponía en fondos de inversión, buscando explícitamente obtener mejores rendimientos como fuere posible, aunque implicara un mayor riesgo.
Por último, como esos paquetes juntaban derechos a cobrar sobre muchas hipotecas, ante los ojos de las empresas calificadoras de riesgo cumplían la consigna de colocar huevos en muchas canastas diferentes, lo que se llama en términos económicos, “diversificar el riesgo”. Y esto ameritaba una alta calificación crediticia.
Los bancos y fondos de inversión, que se imponían como norma de calidad invertir sólo en activos con alta calificación crediticia, no tuvieron problema en hacerlo en estos activos con hipotecas aunque, en su origen, hubieran sido otorgadas a gente con baja capacidad de pagarlas.
Cuando dejaron de subir los precios de las casas y las tasas de interés a pagar aumentaron, muchas de las hipotecas que se habían generado sólo por la burbuja se convirtieron en imposibles de pagarse. Del otro lado, los que tenían los paquetes con derecho a cobrar por esas hipotecas comenzaron a ver que su valor bajaba, por lo que ya no se esperaba que se pagara nada.
En conclusión, uno de los problemas más grandes que complican esta crisis es que, ahora, nadie sabe quiénes son los dueños de esos paquetes ni qué hipotecas están en cada uno –y quien la tenga, no lo dirá, porque si es un banco y sus clientes se enteran que la plata la invirtieron en algo que no va a poder cobrar, van a retirar sus depósitos.
Ahora, poco a poco, los bancos están haciéndose cargo de las pérdidas de valor de sus activos basados en hipotecas, pero el asunto es que cuando la proporción de éstos en el total de sus activos sea muy alta, reconocer las pérdidas implica que su patrimonio neto caiga mucho. En algunos casos, termina siendo nulo o negativo, es decir, que la empresa quiebra. Entonces, todos los actores del sistema financiero, si tienen estos activos buscan venderlos, evitan comprarlos y no le prestan a otros bancos o fondos por temor a que puedan llegar a quebrar.
Esta situación de incertidumbre y búsqueda de lo seguro, se termina trasladando a todo el sistema financiero (estadounidense y mundial) y afectando la generación de nuevos créditos en todo el globo.
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